“¿Para qué correr cuando has errado de camino?”

John Ray

Dicen que la insistencia es una forma de persuasión. Y por eso insisto, el poder de la comunicación radica en la capacidad de las palabras para crear realidades, transformar el status quo y compartir ideas.

Según la RAE la palabra prisa significa,

  1. Prontitud y rapidez con que sucede o se ejecuta algo.
  2. Necesidad o deseo de ejecutar algo con urgencia.
  3. Rebato, escaramuza o pelea muy encendida y confusa.
  4. Gran concurrencia de gente en un sitio para obtener algo.
  5. Entre sastres y otros oficiales, acumulación de mucho trabajo.
  6. Aprieto, conflicto, consternación, ahogo.
  7. Muchedumbre, tropel.

Su etimología proviene del latín y significaba originalmente «presionada». Se aplicaba a un grupo de gente presionada. Y también arrebato y alarma.

En la actualidad vivimos en una sociedad acelerada. Todo sucede rápido, se premian filosofías como Agile que permiten reducir el tiempo de los proyectos, creamos técnicas agroalimentarias para acelerar el ritmo natural de la vida, nos dicen que fallemos rápido y barato para aprender, que necesitamos aprender esto y lo otro y lo de más allá para ser alguien, nos evaluan en menos de un minuto las dos hojas de papel que definen para la persona lectora quienes somos y nuestro talento, etc.

¿A dónde nos lleva la prisa? Como dice Federico Moccia en «A tres metros sobre el cielo»: He aprendido una pequeña verdad. El mundo te quiere rápido para que llegues a tiempo. Te quiere veloz para recordar sólo el sonido de tus pasos. Es por eso que cuando te acuerdas que no vas a ningún lado, aceleras.”.

El año 2020 generó algo positivo. Nos forzó a parar. Muchas personas se dieron cuenta que no vivían, solo corrían. ¿Hacia dónde? Muchas de ellas no sabían la respuesta.

¿De dónde surge la prisa?

Estos días he estado preguntando a personas de mi entorno, en grupos de whatsapp…

Analizando el conflicto mediante la Comunicación NoViolenta, en general la prisa surge de,

  1. La necesidad de pertenencia a una sociedad que nos educa en la eficiencia, la productividad y la escasez del tiempo. Olvidando que el tiempo es un invento humano, que podríamos vivir en días de 48 horas si un grupo de personas así lo acordamos. A las 12 serán las 24 y listos.
  2. La necesidad de ser visto, de respeto y de reconocimiento. Solemos admirar a personas cuyos logros llegan tras haber hecho muchas cosas. Frases como «tal persona es una crack. Hace esto y lo otro y lo otro» hacen que nos juzguemos como «vaya, yo solo cociné este pastel».
  3. La necesidad de aprendizaje. Hay tanto contenido, tanto conocimiento…que si eres una persona curiosa y ávida de descubrir nuevas perspectivas, sueles experimentar prisa. Ya lo dijo Descartes, «cambiaría todo lo que sé por la mitad de lo que desconozco.».
  4. La necesidad de contribución y realización. Intentas que el efímero paso por este mundo que significa tu vida genere un impacto positivo. Y si no lo has logrado y los días pasan, el sentimiento de urgencia es cada vez mayor.
  5. La necesidad de autoestima, capacidad, confianza y conexión. Si puedes hacer las tareas con rapidez, la valoración externa que recibes suele ser positiva y refuerza una imagen de «persona capaz», de «persona válida».
  6. La necesidad de aceptación. Si vemos a una persona que está leyendo, bailando, paseando, meditando, etc. en un horario establecido como «laboral», solemos etiquetarla como una persona holgazana, desempleada, procastrinadora, etc.
  7. La necesidad de orden y armonía al poder llevar a cabo todas las tareas que nos hemos comprometido (o nos han obligado a hacerlo) a realizar.

Y esas necesidades suelen crear un monólogo interior que estimula el miedo, la culpa…y nos hace ir a toda prisa. Por eso muchas personas siempre repiten «no tengo tiempo» o «voy a tope de cosas».

¿Qué consecuencias tiene la prisa?

Como muchas otras cosas en la vida, en el equilibrio está la clave.

La prisa nos puede servir de palanca para cumplir con nuestros compromisos, motivar a seguir aprendiendo e incluso aumentar nuestra productividad. En aquellas famosas «Leyes de Murphy» hay reglas que muestran que la prisa es clave. Recuerdo dos,

  • Una tarea tiende a ocupar el 100% del tiempo que le hayan asignado para completarla.
  • La productividad aumenta de forma exponencial a medida que aumenta la fecha de entrega.

Y así es, como dice Tim Urban en su charla TED sobre la procastrinación, nuestra mente suele dejar para luego todo lo que no genere placer immediato. Por eso dejas de analizar los datos financieros del Ibex para ir a cualquier red social a cotillear.  Y la prisa es un gran antidoto para esto.

Sin embargo, un exceso de prisa nos lleva a problemas de salud generados por el estrés, a ir corriendo sin rumbo, a problemas de depresión y baja autoestima, etc.

A nivel de negocios, la prisa por obtener resultados medibles a nivel financiero puede hacer que proyectos fracasen, se detengan y/o nunca lleguen a ver la luz. Por ejemplo, en tiempos de pandemia global, algunas marcas han optado por reducir o eliminar proyectos de comunicación y responsabilidad social. Y así olvidan que estrategias como la del Océano Azul requieren de tiempo y recursos. Que transformar tu negocio requiere tiempo para cuestionarte y conocer a tu audiencia. Que comunicarse es más necesario ahora que nunca para conectar y generar empatía con las personas que se relacionan contigo y tu marca. Que los efectos positivos de tu responsabilidad social a veces son difíciles de medir y que su impacto puede ser a largo plazo, como por ejemplo, devolver la salud a nuestros océanos.

¿Qué hacer para reducir la prisa?

Una persona me decía «confía y ten calma. Calma tiene la letra c y alma. La letra c de corazón. La calma surge cuando conectas tu corazón y tu alma». Y justamente eso es, para mi, el propósito. Definir tu propósito tiene un retorno económico claro y, además, te permite reducir la prisa. Lo que no sume a tu propósito no es prioridad.

Al mismo tiempo, al definir tu propósito te planteas preguntas que te ayudan a definir tu liderazgo, valores y talento. Dejas de compararte con los demás y mejoras en la toma de decisiones. Dejas de convivir con el sentimiento de «me estoy perdiendo algo» y eliges asistir a eventos, aceptar tareas, asistir a reuniones, etc que no suman a tu propósito. Y, con ese filtro, la oferta de conocimiento y eventos se reduce.

Otra ventaja de definir el propósito es que te permite conocer que hay proyectos que, aunque requieran de más unidades del recurso tiempo, proporcionan un valor añadido para tu organización. Es decir, que en lugar de liderar y tomar decisiones en el corto plazo, te permite evaluar los proyectos por su impacto en el medio y largo plazo.

Viajar a otras culturas y regiones, con un ritmo diferente al de tu comunidad, hace darte cuenta que la vida sigue y que la prisa no es el elemento clave para crear un legado. O para ser productivo.

A nivel de liderazgo, también es positivo meditar para reducir la prisa. Te ayuda a conectar con el presente, tomar conciencia del ahora y mejorar la consciencia de quien eres tú. Y eso tiene mejoras en tu autoestima, confianza, armonía y calma.

Y finalmente, cuando sabes quién eres, tienes tu propósito definido y eres consciente que sule transcurrir un tiempo entre que siembras la semilla y crece el árbol; empiezas a caminar por objetivos en lugar de por tu velocidad.

“El hombre corriente, cuando emprende una cosa, la echa a perder por tener prisa en terminarla.”

Lao Tsé